GRIÑÁN: CREO QUE LAS GENERACIONES HEGEMÓNICAS EN LA SOCIEDAD DEBEN SER TAMBIÉN LAS MAYORITARIAS EN EL GOBIERNO DE LAS INSTITUCIONES POLÍTICAS.
Intervención
de José Antonio Griñán tras formalizar su renuncia como presidente ante el
Consejo de Gobierno
Supongo
que ésta es la última comparecencia ante ustedes, como presidente de la Junta
de Andalucía, tras un Consejo de Gobierno. Así que permítanme que empiece por mostrarles
mi agradecimiento por su trabajo en la información y en la crítica y también
por pedirles disculpas por todas las molestias e incomodidades que les haya
podido provocar en estos 52 meses.
Como
les había anunciado, acabo de firmar y remitir al presidente del Parlamento mi
renuncia a la Presidencia de la Junta de Andalucía.
Todos
los presidentes formamos parte de un tiempo político. Todos hemos de asumir
nuestra provisionalidad. Nunca he tenido la tentación de mantenerme en el
cargo. Tomé un testigo y lo cedo. Tomé el poder con dignidad y lo cedo con
generosidad.
No
es la primera vez que comparezco ante ustedes para explicar las razones más profundas
de mi renuncia. Son ya suficientemente conocidas. En momentos como éste hay
siempre un fondo muy personal, que por mucho que los políticos nos neguemos a
reconocer, existe y nos afecta muy por encima de lo que nos empeñamos en
mostrar. Como alguien ha escrito, muchos no tenemos mandíbula de hierro ni
somos insensibles. Es más, creo que no es eso lo que se nos exige. Así que les
ruego que entiendan este aspecto personal y familiar que está detrás de mi
decisión y que no voy a comentar. Así las cosas, las razones las reduzco a dos
que no voy a negar que están interrelacionadas.
La
primera es la necesidad de producir un cambio en la política andaluza, un cambio
generacional, un cambio de visión, un cambio que genere impulso y que sintonice
mejor con la sociedad andaluza de hoy.
La
segunda es preservar a la Presidencia de la Junta de Andalucía de la erosión
que, sin duda, se ha venido produciendo en estos últimos meses, al monopolizar
de forma injusta, en mi opinión, con el presidente de la Junta de Andalucía y
el caso de los ERE.
Con
respecto a la primera razón, la necesidad de cambio, les puedo decir, y así lo confirman
todas las encuestas, que, si ya estaba latente en las postrimerías de la pasada
legislatura y comienzos de ésta, se ha convertido en clamorosa en este año
2013.
Todas
las encuestas nos muestran una desafección ciudadana hacia la política que debería
preocuparnos no solo a los políticos sino a todos cuantos estamos convencidos
de que la política es imprescindible para el funcionamiento democrático e
institucional de la sociedad. Escuchar esto es una obligación inexcusable de
cuantos tenemos la posibilidad de favorecer el cambio. Es necesario recuperar
el buen sentido de la política.
Siempre
he tenido claro, y así lo he expresado reiteradamente, que, durante mi mandato
como presidente de la Junta debería hacer la transición para el cambio. Un cambio
que no sea un lavado de cara sino un cambio de ciclo, un cambio que sea un
ajuste con los tiempos: Un cambio que yo no podía protagonizar.
El
objetivo era transferir el poder a otras generaciones que habían perdido muchas
oportunidades por la persistencia en el poder de los políticos de la generación
nacida en los años 40 del pasado siglo. El dato es muy elocuente: En 31 años de
autonomía andaluza nuestra comunidad ha tenido cuatro presidentes y los cuatro
nacimos entre 1944 y 1947.
Es
probable que este dato explique la preterición de las generaciones posteriores que
han vivido siempre la política desde la mirada de quienes hicimos la Transición
y, por tanto, más influida por una forma de entender las cosas que por las
nuevas realidades que están naciendo y que cambian día a día.
El
actual es un tiempo de cambio. Nosotros, los de mi generación, somos inmigrantes
en una realidad nueva. No digo que no nos hayamos adaptado permanentemente a la
realidad. Creo de verdad que, en buena medida, lo hemos sabido hacer. Pero es
verdad que somos inmigrantes en un mundo que ha cambiado y que se desenvuelve
con parámetros nuevos en lo internacional, en lo nacional, en lo autonómico, en
lo económico, en lo cultural, en lo informativo y en lo social.
Así,
junto al principio de estabilidad que tanto hemos defendido los de mi generación,
hay, en estos momentos, que arriesgarse al principio del cambio. Creo, por ello,
que las generaciones hegemónicas en la sociedad deben ser también las
mayoritarias en el gobierno de las instituciones políticas. Este es el proceso
natural y por eso esta transición tenía que hacerse. Sabía, y sé, que mi
apuesta por el cambio genera dudas y, a veces, alguna resistencia. Nada, sin
embargo, que no pueda superarse si quien está llamado a asumir la próxima
responsabilidad tiene claro que debe trabajar por la integración y por la convivencia
entre generaciones y géneros.
Dejé
en manos del Partido Socialista de Andalucía que tomara la decisión, conforme a
nuestros estatutos para las primarias, de elegir a la persona que hubiera de sustituirme.
Ha
sido la primera vez en más de treinta años que hemos puesto en marcha el procedimiento
estatutario de primarias para elegir al candidato a la Presidencia de la Junta de
Andalucía. La primera vez y la única en el caso del partido socialista y de
cualquier otra formación política. Quise que así fuera desde una regulación
que, sin ser exigible estatutariamente, ponía en manos de la militancia la
decisión. Ella sería la que diera vida a un proceso inédito entre nosotros y la
que diera su respaldo a la persona que considerara más capacitada para este
empeño. Estaba convencido de que su respuesta sería a favor del cambio
generacional.
Así
ha sido. Se ha optado por un cambio generacional y además por un cambio de género.
Susana Díaz representa ese cambio, ese nuevo impulso. De alcanzar su
investidura, será una presidenta nacida en los setenta, representativa de la
mayoría social que hoy en Andalucía dirige empresas, asociaciones, hospitales,
o facultades universitarias.
En
este cambio que estoy impulsando con mi renuncia, también quiero reconocer que
es una satisfacción personal que una mujer por primera vez vaya a ser la
presidenta de la Junta de Andalucía si la Cámara le otorga su confianza.
En
toda la década de los 80, el Gobierno andaluz solo contó con una consejera y lo
fue por solo dos años. Era, es cierto, otra Andalucía muy distinta que a veces
conviene recordar. Entonces solo dos de cada diez mujeres entre 20 y 45 años
formaban parte de la población activa. Hoy son ocho de cada diez: una tasa de
actividad similar a la de los varones y con unas credenciales formativas de
mayor nivel en su conjunto. Pocos dudan ahora de la capacidad política y
profesional de las mujeres que han jugado un papel creciente en la vida
política, social, académica y económica de Andalucía. Susana Díaz también
representa ese cambio que hemos entendido necesario.
Dicho
esto, tengo que añadir que me siento orgulloso de lo que mi generación política
ha hecho en España y en Andalucía. Muy orgulloso de haber formado parte de varios
gobiernos de Felipe González y de Manuel Chaves. Ahora toca que otros y otras hagan
que nos sintamos orgullosos de lo que van a hacer cuando asuman la
responsabilidad del relevo.
Hace
falta política, Política con mayúsculas. La gente está desilusionada, enfadada,
porque esperaba cosas que no se están haciendo y no esperaba cosas que sí se
están haciendo.
La
gente reclama política, una política útil y centrada en las personas, no que la
política se subordine a la economía o a los intereses de los mercados
financieros. No puedo aceptar que haya una sola forma de salir de la crisis y
que esa forma sea la que dictan los mercados. Creo que es posible, y aun
necesaria, una alternativa de izquierdas.
Desde
el Gobierno andaluz hemos querido marcar una iniciativa y un recorrido propios.
Hemos demostrado que hay otras formas de hacer las cosas; que la política no es
un camino de dirección única; que hay alternativas. Porque esa es la raíz misma
de la democracia: saber que siempre es posible hacer las cosas de otra manera y
saber que las distintas ideas son las que mueven las diferentes opciones de
gobierno.
Lo
hemos hecho, lo estamos haciendo, en un marco de dificultades financieras asfixiante
y en medio de una crisis que no tiene precedentes en nuestra más reciente historia.
Lo hemos hecho teniendo como objetivo prioritario la igualdad de oportunidades y
el apoyo a los más necesitados. Defendiendo un modelo público de bienestar
social y tratando de no confundir reformas con recortes o privatizaciones de
servicios públicos.
Pero
es necesario dar más pasos en esta dirección. Es preciso afrontar la realidad desde
la política concreta y desde un discurso que no se quede en la dialéctica entre
partidos. Los políticos fracasamos cuando creemos que la política es solo la
lucha por el poder. Si nos centramos solo en deteriorar, o robarle crédito y
prestigio, a nuestros adversarios, los ciudadanos se alejarán de la política.
La gente confía en los políticos en la medida en que son capaces de solucionar
sus problemas. Y por eso estoy convencido de que nadie gana credibilidad
política cuando se limita a tratar de quitársela a sus adversarios.
Es
verdad: Hay un profundo deterioro de la actividad política. No hace mucho dije que
salir de la crisis es urgente. Pero que tan urgente como ello es recuperar el
prestigio de las instituciones y de la política. Y no tengo duda alguna de que
en el deterioro de la política han influido de forma manifiesta todos los
escándalos de corrupción.
El
caso de los ERE es un asunto de gravedad, del que no se puede pasar página con ligereza.
Por eso, desde la Administración andaluza siempre tratamos de colaborar con la justicia
y de aportar lo que está en nuestra mano para esclarecer los hechos, para que
se restituya el dinero detraído indebidamente y para que paguen los
responsables.
Pero
resulta imposible obviar que este caso ha dañado la imagen de la Junta de Andalucía,
que ha supuesto un gravísimo obstáculo para ejercer la acción política desde la
normalidad y sobre todo una ofensa gravísima para tantas y tantas personas que
están pasando privaciones.
Tampoco
se puede negar que -de manera indebida, y también tengo que decir que profundamente
injusta- el punto de mira de quienes han utilizado políticamente el caso estaba
apuntando directamente hacia mí, hacia la figura del presidente de la Junta de Andalucía.
Es
mucho el daño personal que se me ha hecho con la utilización de este asunto. Quien
me conoce sabe cómo soy, cómo vivo, cómo he vivido en estos 43 años de servicio
público. Me afecta el daño personal y familiar. Pero, sobre todas las cosas, me
duele el daño a la Junta de Andalucía y, por eso, hoy doy un paso atrás con el
que pretendo favorecer que este asunto deje de entorpecer la política
cotidiana.
He
considerado también necesaria mi renuncia, no solo para propiciar el cambio generacional
sino además para sacar a Andalucía y a la Presidencia de la Junta de Andalucía
de un debate que está siendo un obstáculo para luchar contra la crisis, tarea
en las que tienen que estar puestos ahora mismo todos los esfuerzos.
Como
ya les he dicho, estamos concernidos y obligados a responsabilizarnos de la pésima
percepción que en la actualidad tiene el ciudadano de la política. Una
sensación que se ha acentuado de manera alarmante en los últimos 12 meses. Por
todo: Por la falta de respuestas a los problemas y también por los casos de
corrupción.
Sondeos
y estudios de expertos coinciden en que una buena parte de los ciudadanos nos
ven a los políticos como el epicentro del terremoto que está zarandeando
también al sistema y a sus instituciones. Eso obliga a tomar decisiones cuyo
objetivo sea devolver el prestigio a la política, el crédito a las instituciones,
y con ello fortalecer la propia democracia. A veces, aun sabiendo que con la
renuncia estás respondiendo con una decisión que parece dar la razón a quienes
no la tienen, es bueno dar el paso atrás y esperar a la reparación que sin duda
habrá de llegar y que pondrá a cada uno en su sitio.
Sé
que en España este tipo de gestos resultan prácticamente inéditos y que, aunque
se reclaman con insistencia, luego, cuando llega la hora de la verdad, se miran
con desconfianza, e incluso se tachan de irresponsabilidad y de extravagancia.
Curiosamente por los mismos que exigían con vehemencia resoluciones tajantes.
He
dicho que la mayoría de ustedes saben quién soy. Pero es bueno también que, al final
de un mandato institucional, rindamos cuentas a la ciudadanía: Por eso, quiero entregarles
mi declaración patrimonial de bienes de 2009, año en el que tomé posesión del cargo
y la actual. Y también la declaración de la renta de aquel año y la de 2012.
Unas y otras están en Internet.
Todos
cuantos han tenido interés en hacerlo han podido comprobar, a lo largo de estos
años, en la web de la Junta de Andalucía, mis declaraciones patrimoniales y mis
declaraciones de la renta. Consideré entonces y lo considero ahora que era mi
obligación política y así quise hacerlo. Nunca oculté bienes y siempre declaré
todos mis ingresos. Siempre y sin excepción. Mis ingresos se han venido
aprobando año a año en la Ley del Presupuesto y nunca tuve otros que los
complementaran. Mi patrimonio es el mismo que tenía hace cuatro años que no es
muy diferente al que tenía hace diez o quince. Han estado siempre en el
conocimiento de los andaluces.
Pero
creo que es conveniente que a la transparencia formal, a lo publicado, se una la
declaración personal del interesado: La mía ante todos ustedes y ante todos los
andaluces:
Era
costumbre antigua hacer lo que se llamó un juicio de residencia. Es lo que hago
aquí y estoy dispuesto a hacer en cualquier caso y en cualquier situación. Los
ciudadanos tienen el legítimo derecho a conocer quiénes son, y cómo y de qué
vivimos, tienen derecho a saber quiénes somos quienes asumimos
responsabilidades públicas. Así lo hemos venido haciendo desde mi gobierno y
así lo ratifico, ahora, al finalizar mi responsabilidad institucional.
En
relación con el presente y el futuro inmediato de la Junta de Andalucía quiero añadirles
algo: La estabilidad política del gobierno andaluz es una garantía de futuro
para Andalucía. Hay un acuerdo de gobierno entre PSOE e IU sólido y fuerte,
concentrado en los compromisos de gobierno que hemos adquirido y concentrado en
la defensa de los andaluces y andaluzas. Quiero agradecer a IU la
responsabilidad que ha demostrado en todo momento, y quiero personalizar esa
gratitud en el vicepresidente Diego Valderas.
En
cuanto a mi partido, el PSOE de Andalucía está unido y motivado en torno al cambio
que estamos realizando, y eso supone un apoyo político muy poderoso para el nuevo
gobierno.
Por
último quiero agradecer a toda la sociedad andaluza el apoyo que he sentido en estos
años de presidente, agradecer a cuantas organizaciones sociales, económicas y políticas
han colaborado con mis gobiernos, y de manera muy especial a todos mis consejeros
y consejeras, presentes y pasados, su compromiso y su quehacer.
Los
de mi generación, los que hemos sido llamados de la Transición, supimos estar a
la altura de los tiempos difíciles que nos correspondió vivir y sentamos las
bases para una España que puso los cimientos en que se asienta la actual.
Sé
que hay que hacer cambios. Pero los cambios han de servir para solucionar los problemas
sin destruir la igualdad de oportunidades. No caben reformas que supongan retrocesos;
no es posible creer que la crisis obligue a sacrificar a una generación o
muchos de los derechos conquistados por sus mayores. Por eso, si me retiro
ahora de la Presidencia de la Junta de Andalucía, nunca lo voy a hacer de mi
compromiso político, de mi militancia por la igualdad y de mi convencimiento en
la fuerza que tiene Andalucía para resolver los mayores problemas desde la
libertad y la solidaridad.
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