Hoy publicamos resumido el artículo de José Antonio
Gómez Yáñez, profesor de Sociología de la Universidad Carlos
III y participante en foromasdemocracia.com, publicado hoy el EL PAIS, donde
podrás leerlo completo, clickeando aquí.
El contraste
entre lo que pasa en otras democracias y lo que sucede aquí produce
perplejidad. Admira la inmediatez con que un político dimite en Alemania por
indicios de supuesta comisión de un delito o por falta de ética, como plagiar
una tesis. ¿Habrá alguna maldición que impida a nuestros políticos comportarse
igual? Sí, la hay: las reglas con que funciona la política española. Aquí no
dimite nadie porque los mecanismos para exigir responsabilidades están
atrancados, no porque no haya “cultura de la
dimisión”.
[…]
El
problema es que las reglas de la política impiden exigir responsabilidades a
las cúpulas partidarias. […] Resultado: las cúpulas partidarias dominan la
política al controlar las carreras de los políticos de sus partidos decidiendo
la composición de las listas electorales y de sus órganos internos. Y han
bloqueado los mecanismos de control y exigencia de responsabilidades.
Pasa
desapercibido que los estatutos de los partidos han evolucionado mucho en estos
35 años, todos en igual dirección, anulando los controles internos. […]
Las
direcciones partidarias amarraron su poder sobre la composición de las listas
de congreso en congreso. […] En Les voy a
contar, José Bono describe como los ministros revoloteaban sobre las listas
de varias provincias buscando acomodo. Esta política hace irresponsables a los
dirigentes. Mas no ha explicado en el Consell Nacional de CDC sus resultados en
las autonómicas, en el Comité Federal del PSOE nunca se discutió el Estatuto de
Cataluña, etc.
Si
el PP hubiera tenido un congreso en julio, a los dos años del anterior, el tema
Bárcenas estaría ventilado. Si el PSOE tuviera un congreso en febrero, su
liderazgo estaría casi aclarado y podría dedicar sus energías a pensar una
política alternativa. Uno de los problema de esta política es que los problemas
se cronifican hasta el hartazgo, sin encontrar las necesarias vías de desagüe.
[…]
Aquí
no dimite nadie porque en este entramado no hay mecanismos para exigir
responsabilidades. Esto es grave porque dirigentes irresponsables impulsan
políticas irresponsables.
[…]
Es
conveniente la referencia a Alemania. Allí la Ley de Partidos los obliga a celebrar congresos
bienales, fija los criterios de composición y elección de los parlamentos
internos y sus plazos de reunión, los sistemas de auditoría de sus cuentas,
etc. La ley electoral prevé que los afiliados elijan a los candidatos con
elecciones primarias o asambleas. ¿Para qué sirve esto? Para que haya
mecanismos; para que unos políticos controlen a otros políticos.
Esa
es la clave. ¿Por qué la política española tiene unos niveles de corrupción
intolerables o impulsa políticas irresponsables? Porque las listas las hacen
las direcciones de los partidos compuestas por alcaldes, presidentes
autonómicos, etc. ¿Cómo un concejal o cargo interno que desea seguir siéndolo o
un afiliado que aspira serlo van a denunciar las políticas equivocadas o los
indicios de corrupción de quién va a hacer la lista? No puede, saldría de ella.
[…]
Ahora
bien, si ir o seguir en las listas o en los cargos internos dependiera del voto
de los ciudadanos o de los afiliados, sería posible plantear políticas
alternativas o denunciar corruptelas. En Alemania o en Gran Bretaña la política
está ordenada para que los políticos se controlen entre ellos. Por eso, si
alguien ha copiado una tesis o mete la mano en la caja nadie le defiende y está
perdido en las elecciones internas. Nadie
dimite allí por arrebatos morales, sino porque los mecanismos de su política
abocan al escarnio público y a perder. Y estas reglas, además, dan
oportunidades a opciones políticas diferentes a la dirección.
Esto
no se soluciona de un plumazo (listas abiertas; primarias para elegir a los
principales candidatos, lo que incrementaría las tendencias oligárquicas), sino
con una compleja Ley de Partidos que imponga pesos y contrapesos entre los
políticos dentro de los partidos y puntuales reformas, algunas constitucionales
y otras no, que eviten que órganos clave sean satelizados por ellos. Copiemos
lo que hacen otros países y tendremos una política como la suya. No perfecta,
solo saneada y responsable.
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