Hoy
publicamos un artículo de opinión de Pablo Morterero, secretario de formación y
comunicación de la Agrupación Local “José Galán Merino” del PSOE de San
Jerónimo, publicado en su blog pablomorterero.blogspot.com el pasado día 5 de junio
de 2014, sobre el debate entorno a la reivindicación de la república como
sistema político para nuestro país, con el título “Socialismo, Monarquía y
República. Mi visión como militante del PSOE”.
Suelo explicar el pacto constitucional de 1978 como la
renuncia de unos y otros a cuestiones importantes, e incluso claves, de los
tres grandes grupos políticos que finalmente lo suscribieron. Para alcanzarlo,
y una vez claro que todos defendían un modelo democrático de corte europeo, la
izquierda debió aceptar la libertad de empresa, la propiedad privada, el
derecho a la herencia y la monarquía. Por su parte, la derecha debió aceptar el
derecho a huelga, la libertad sindical, la negociación colectiva y la
financiación mediante una política fiscal progresiva, con impuestos directos
incluidos, de un Estado de Bienestar, casi embrionario en los años 70.
Pero ese pacto, gravemente incumplido por la derecha y
por la izquierda al PSOE, unos tratando por la vía de los hechos alterar el
espíritu del pacto, otros rechazándolos como si con ellos no fuera la cosa, ha
saltado por los aires de forma intencionada y controlada por una derecha
neoliberal que consiguió para hacerlo una mayoría absolutísima en 2011.
La eliminación de la ultraactividad de los Convenios
Colectivos, un hecho en que la mayoría de los y las ciudadanos no han reparado
ni dado la suficiente importancia, ha destruido realmente la negociación colectiva,
al convertirla en el paraguas tan solo de pequeños colectivos de trabajadores.
El encarcelamiento de ciudadanos por participar en
piquetes informativos, ha sido la contribución combinada de la fiscalía y la
derecha judicial a dicha dinamitación que en la práctica reduce fuertemente el
derecho a huelga.
Por su parte, la libertad sindical está siendo
socavada fuertemente por la derecha mediática y política, aprovechando los
escándalos en los que se han visto involucradas algunas organizaciones sindicales
de clase.
Y en relación al Estado del Bienestar, la política de
ajuste y la bajada de impuesto ha sido la llave maestra para derribar sin pudor
el Estado de Bienestar, aderezada con la Reforma Local, la
modificación del Código Penal, las multas administrativas, etc.
Por ello, de aquel pacto constitucional sólo va
quedando lo defendido por la derecha social-política en 1978: la propiedad
privada, la libertad de empresa, la herencia, la monarquía y el Concordato.
De ahí mi convicción de que el PSOE debe sentirse
emocionalmente liberado de cualquier compromiso adquirido, y debe volver a
poner sobre la mesa sus demandas históricas, tanto las incluidas en nuestra
Constitución como aquellas que quedaron fuera por mor del pacto.
Soy consciente que esto es muy complicado, no sólo
intelectual sino también emocionalmente, para la dirigencia socialista que
pilotó la transición. Sobre todo para compañeros como Felipe González, que
demuestra conocer menos la sociedad española de hoy, de lo que demostró
conocerla el compañero Rodolfo Llopis en 1970, durante el Congreso de Toulouse.
Por eso es necesaria una intensa regeneración en todos
los niveles del Partido, además de un debate sosegado, pero sin líneas rojas,
sobre cual debe ser nuestro posicionamiento. Y por supuesto no sobre la base
exclusiva de referéndum sobre la monarquía.
Como ya he dicho con anterioridad, la República se
inserta en el orden de lo moral, no de lo material: el principio de no ser
gobernados por nadie a quien no hayamos tenido la oportunidad de elegir. Si
renunciar a dicho principio moral fue útil alguna vez en el plano material
(consolidar la democracia, asegurar derechos básicos, el Estado del Bienestar,
etc.) hoy se ha convertido en parte de la estrategia para los que quieren
arrebatarle a la sociedad todo lo conseguido.
Hay que ir hacia una reforma constitucional profunda,
donde la monarquía será sin duda una de las cuestiones más emocionales en el
plano moral, pero menos importantes en el plano material.
Lo que en definitiva algunos llaman un proceso
constituyente, porque la sociedad española es tan fanática de los nombres como
alérgica con las responsabilidades propias, que debe incluir, según mi opinión,
la regla de diamante, defendida por la catedrática de derecho
constitucional Rosario Valpuesta (que entre otras cosas supone que las
conquistas que en el ámbito de los derechos sociales se han alcanzado no pueden
ser derogadas o reformadas en términos que impliquen un retroceso, hasta el punto
de que una ley que elimine, recorte o limite derechos sociales pueda ser
declarada inconstitucional), la opción de la república presidencialista en
contra de la tradición española de una república parlamentaria (esto es, si la
elección del presidente es directa por parte del pueblo, o por las Cortes por
delegación), la necesidad de dos cámaras, una el Congreso de los y las
Diputadas y la otra un Consejo Económico y Social con competencias
legislativas, la completa federalización de la Nación, la inclusión de
cláusulas de incorporación o secesión a la federación española y la elección
popular del Consejo General del Poder Judicial, entre otras muchas cuestiones.
Soy consciente que en el arrebato místico que sufren capas importantes de nuestra sociedad, cualquier llamada a la sensatez, la reflexión y la cordura está llamada a fracasar. Aún así, creo como Besteiro que socialismo es inteligencia, no misticismo, y por ello no renuncio a predicar, aunque sea en el desierto.
Soy consciente que en el arrebato místico que sufren capas importantes de nuestra sociedad, cualquier llamada a la sensatez, la reflexión y la cordura está llamada a fracasar. Aún así, creo como Besteiro que socialismo es inteligencia, no misticismo, y por ello no renuncio a predicar, aunque sea en el desierto.
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