En la tarde del 13 de diciembre se celebró el segundo de los debates del ciclo “Tiempo de Congreso, Tiempo de la militancia” organizado por la Escuela de Estudios Políticos y Sociales “José Llavador Mira” a iniciativa de la Agrupación Local “José Galán Merino”, del PSOE de San Jerónimo, en la que se contó con la participación de Emilio Carrillo Benito, con el objetivo de promover el debate ideológico de cara al 38º Congreso Federal del PSOE. La experiencia profesional, política y vital de Carrillo, un socialista alejado hoy de la primera fila, lo convertía en una reflexión interesante sobre la crisis que sufre nuestra sociedad en estos momentos.
Y no defraudó. Con un discurso brillante, distendido y abierto animó un posterior debate que duró hasta las 22:00 horas. A continuación transcribimos un resumen de su intervención que está a disposición de las personas interesadas en la Agrupación Local de San Jerónimo.
QUÉ ESTÁ PASANDO?
Se habla y escribe sin parar de crisis, de recesión, de depresión. Los análisis, más o menos sesudos, más o menos interesados y subjetivos, se suceden con celeridad. Y se superponen unos a otros procurando examinar, explicar o valorar lo que está aconteciendo y sus impactos sobre la economía, la política, la sociedad y cada individuo. Mientras, el tiempo pasa y una nueva realidad se va imponiendo poco a poco y por la vía de los hechos, sin que haya consenso en el diagnóstico de sus perfiles y características y, muy especialmente, sin que se sepa qué hacer y cómo reaccionar ante sus nocivos efectos.
La economía real se doblega ante la monetaria. Y los empresarios constatan con estupor como el devenir de su empresas ya no depende de su trabajo o inteligencia, ni de la marcha en sentido estricto de su sector de actividad, ni de la bondad de su producto o servicio y de su estrategia empresarial, sino que ha quedado a merced de los criterios y prioridades de aquellos que manejan y controlan el grifo de la financiación bancaria.
¿Qué es lo que realmente está pasando?. Pues, sencillamente, que no estamos ante una crisis, aunque tanto se hable de ella, sino ante una mutación pura y dura del sistema socioeconómico vigente. Una mutación que nos revela algo mucho más profundo que la crisis económica y financiera que tenemos a primera vista. En el fondo, se trata del síntoma más visible de una crisis cultural, de una crisis de valores y de una crisis de civilización.
Hechos que van más allá de lo que una crisis supone
Sólo en la comprensión e interiorización de que el sistema socioeconómico ha mutado puede entenderse el por qué y el auténtico calado de determinados hechos y situaciones que se han querido asociar a la llamada crisis, pero que, obviamente, desbordan por su entidad lo que una crisis, por fuerte que sea, representa y supone. ¿Cuáles? Sin ánimo de exhaustividad, cabe citar:
o la curiosa transformación en crisis de los Estados y de las haciendas públicas de lo que inicialmente fue una crisis de los bancos y del sector financiero privado;
o la colosal dimensión y cuantía del dinero público que ha sido canalizado y transferido a las sociedades financieras y bancarias privadas;
o derivado de los dos puntos anteriores, la concatenación de acontecimientos que ha permitido que lo que se insiste en denominar crisis tenga como grandes beneficiados los mismos que la provocaron;
o la certeza de que todo lo ocurrido no sólo afecta al campo económico, sino que impacta en otros muchos ámbitos y, muy especialmente, en la esfera política e institucional hasta llegar a cuestionar la propia democracia, dado el evidente y nada disimulado sometimiento de los Estados-Nación y los poderes públicos a los intereses y estrategias de la banca privada internacional y los mercados financieros globales.
La hegemonía de la élite económica
Ahora bien, bajo el imperio de la élite actúan numerosas sub-élites. Las componen varios millones de personas, distribuidas por los cinco continentes, que se mueven en esferas muy variopintas, de la economía a la política, de la cultura a la religión, de la ciencia al estamento militar, de los medios de comunicación a la gestión federativa de los deportes más afamados. A pesar de su diversidad, la totalidad de las sub-élites se identifican por lo mismo: reciben las migajas del poder y la riqueza de la élite a cambio de haber hecho suyos, en su ámbito y dimensión, los valores, las prioridades, la forma de vida, las normas de conducta, los usos y maneras y, lo más importante, la “visión” de la existencia y de las cosas que están en la idiosincrasia y la razón de ser de la élite.
“Raza de deudores”
¿Cómo ha conseguido esa élite acumular tanto poder?. Para responder esta cuestión con rigor habría que escarbar en la historia y hasta en la protohistoria de nuestra civilización. Como ello escapa del marco de estas páginas y ciñendo la reflexión a la última centuria, al objeto de comprender especialmente como se ha producido el tránsito de la Fase 2 a la 3, hay que poner sobre la mesa la existencia a una “raza de deudores”.
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