Tras la ruptura monetaria, la quiebra democrática. Con este título comenzaba la intervención de José Luis Osuna Llaneza, catedrático de economía de la Universidad de Sevilla y experto internacional en evaluación de políticas públicas, en la conferencia del ciclo TIEMPO DE CONGRESO, TIEMPO DE LA MILITANCIA. Con la soltura propia de un profundo conocedor de las políticas públicas, el profesor Osuna aportó importantes reflexiones que sin duda contribuirá decisivamente a la reflexión y el debate promovido por la Agrupación Local José Galán Merino de cara a la realización de enmiendas a la Ponencia Marco que se debatirá en el 38º Congreso Federal. A continuación trascribimos un resumen de su intervención:
El neoliberalismo lo contagia todo. Y uno de sus objetivos fue eliminar la asignatura de políticas económicas. Desde 1981, la participación de los salarios de la OCDE en el valor añadido de las empresas no ha dejado de disminuir, del 67% al 57%. Al disminuir la capacidad de consumo de los salarios se generó un crecimiento iluso mediante el endeudamiento. Tras décadas de discutir la necesidad de intervención de lo público en la economía, ahora el debate es cuanta intervención y qué intervención. Prueba de ello es la decisión del gobierno de George Bush hijo cuando entró en la industria automovilística. Hay que volver a las políticas económicas públicas, que es la única manera de cumplir los mandatos constitucionales de Occidente de libertad, justifica y equidad.
La infraestructura económica ha cambiado las fuerzas productivas, lo que ha transformado la estructura económica y nos ha llevado a la superestructura de la sociedad de la información. El contexto geopolítico ha cambiado desde los acuerdos económicos de Bretton Woods y políticos de Yalta, primero hacia un mundo tripolar en los noventa, hasta un mundo globalizado polacotómico (múltiples divisiones) donde ya no existe una relación norte-sur. El capitalismo neoliberal parte de tres supuestos de amplio consenso: el crecimiento es fundamental y no se puede comprometer; la redistribución puede ser políticamente no tolerada o difícil; y la pobreza es un inconveniente o es molesta.
La flexibilidad ha llegado para quedarse. Si no se entiende o acepta, se llevará por delante al sindicalismo tradicional. Por eso hay que pactar la distribución de la riqueza que genera la flexibilidad, mediante la gestión conjunta con los sindicatos. También son necesarias nuevas políticas para incrementar empleabilidad y calidad del empleo, servicios al dependiente y la conciliación trabajo-familia. Y para todo ello se precisan nuevos mecanismos democráticos de participación para la concertación, que debe desembocar en un nuevo Contrato Social.
Si las empresas de la “nueva economía” se define porque plantean sus estrategias a escala planetaria, se articulan en redes de geometría flexible mediante el uso de internet y otras TIC, gestionando con su conocimiento la información que aplican en todas las fases de sus actividades económicas, en tiempo real y en un mundo desregulado, el retrato robot del/de la trabajadora de esa “nueva economía” sería: alta cualificación, iniciativa, motivación, creatividad, capacidad resolutoria, liderazgo, versatilidad funcional, flexibilidad temporal, movilidad espacial y formación permanente.
Ante esta realidad, las diferentes opciones son oponerse al cambio, inhibirse, desconectarse o promover y gobernar el cambio mediante el nuevo “Contrato Social”, que debe superar el “firmado” en 1964 basado en un pacto de crecimiento de la producción y la estabilidad de precios a cambio de sindicatos libres y negociación colectiva. Ese nuevo “Contrato Social” debe basarse sobre el “triángulo del conocimiento” de Durao Barroso, educación, investigación e innovación. Y todo ello debe articularse a través de la política no de la economía.
Hay que favorecer, no entorpecer, la secuencia lógica del sistema, primero y principal, ganar confianza, segundo y necesario incrementar el consumo, tercero y exigible recuperar la inversión, y cuarto pero que es el que la izquierda debe tener como objetivo, crear empleo. Y mientras tanto el sistema debe cumplir el Contrato Social, contenido en las constituciones de Occidente de garantizar la satisfacción de las necesidades básicas de la población.
Por eso hace falta una política económica que corrija los fallos del “mercado”; creando capital físico (infraestructuras, infoestructuras e intangibles): creando capital humano; creando capital social; liderando cuando no hay líderes; producir y distribuir con carácter subsidiario; “cebar la bomba”; crear marcos, ámbitos, contextos y tejido productivo; organizar, programar, orientar y estimular; promover libertades individuales y colectivas; y que no abra sino cierre vías a la especulación.
Comentarios
Publicar un comentario