La ubicación de San Jerónimo junto al camino real de Sevilla a Cantillana, vía natural de llegada de la corte que se dirigía al Real Alcázar de la ciudad, convirtió al Monasterio de Buenavista en parada previa a la entrada, habitualmente fastuosa, a través de la puerta de la Macarena. Así ocurrió con numerosos reyes, tanto de la casa de los Trastamara (Isabel I y Fernando V de Castilla) como de los Austrias (Carlos I, Felipe II y Felipe IV) e incluso de los Borbones (Felipe V).
También la reina Isabel I también se aposentaría en San Jerónimo durante su visita a Sevilla en 1477, pero no en el Monasterio, posiblemente debido a estar inconcluso, sino en el Cortijo de la Tercia, propiedad del Duque de Medina Sidonia. La historia lo recoge así:
“El domingo día 20 [de julio de 1477] la comitiva regia llegó por el río a una legua y media de Sevilla, a un lugar llamado La Rinconada. Desde allí no se tarda ya mucho en llegar a Sevilla, pero el recibimiento público, solemne, quedó pospuesto para algunos días más tarde, pues los trajes y arreos no habían terminado de ser confeccionados. En la aldea de la Rinconada la reina asistió a un primer recibimiento, el de las autoridades municipales, y otras personas notables, que se adelantaron para honrar de este modo a Isabel. Era el día 20 de julio, domingo, cuando llegó a la Rinconada y estuvo allí hasta el miércoles, por la noche, según el Cronicón. A este lugar acudió Alfonso de Palencia, para saludar a la reina y ponerle al corriente de la política sevillana. […] La noche del miércoles día 23, previa a la entrada, ofreció el duque [de Medina Sidonia] una casa de su propiedad para el aposentamiento regio, a media legua de Sevilla, una casa llamada La Tercia, cerca de la iglesia de San Jerónimo. Alfonso de Palencia dice que el duque se ocupó de adornar las paredes de las estancias con tapices, y ofreció una cena espléndida, llena de manjares. No se olvidó de dar alojamiento también a todos los caballeros.”
Casi cincuenta años más tarde, en 1526, la infanta Isabel de Portugal se alojó en el Monasterio de Buenavista camino del Real Alcázar donde se desposaría con el nieto de la reina Isabel, el emperador Carlos V de Alemania, primer rey de España de dicho nombre. Fue el 2 marzo, y al día siguiente fue recibida en San Lázaro. Fernández de Oviedo lo describe así:
“Y salieron los dos cabildos de la ciudad y de la iglesia, hasta San Lázaro, donde se apearon y le besaron la mano en la litera donde venía y a la puerta de Macarena salió de la litera, y subió en una hacanea blanca muy ricamente aderezada.”
El último monarca español en alojarse en San Jerónimo, fue Felipe V en febrero de 1729, previa a la entrada en la ciudad que fue el día 3 de dicho mes. Aunque esta vez, la Corte no entraría por la Puerta de la Macarena, sino por la de Triana.
Henry Kamen describe la llegada a Sevilla del primer Borbón de la siguiente manera: “La tarde del 3 de febrero de 1729, la corte y las casas reales entraron en Sevilla, que se convertiría a partir de ahora en la capital de la monarquía. Se les recibió –a pesar del expreso deseo de Felipe de que <<de ninguna manera quiere entrar con formalidad ni ceremonia en esa ciudad>> – con fiestas, fuegos artificiales, juegos de cañas y corridas de toros, una verdadera recepción sevillana. Los sevillanos presenciaban boquiabiertos el interminable desfile –85 coches, más de 400 calesas, 750 caballos, un gran número de mulas– Toda Sevilla y sus puentes se hallaban engalanados. A Felipe le acompañaban más de 600 criados y ministros.”
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