Hoy
publicamos un artículo de Amparo Rubiales, doctora en Derecho, abogada y miembro del Comité
Federal del PSOE, publicado ayer en EL PAIS de ayer, en la que denuncia los
falsos argumentos del PP de vender la ley del aborto de 1985 como de consenso,
cuando se aprobó por los y las socialistas contra viento y marea de la derecha
mediática, política y religiosa.
Se sabe poco de
la historia de dolor y sufrimiento que la práctica del aborto y la lucha por su
salud sexual y reproductiva ha supuesto para las mujeres, provocados por la
intransigencia de quienes tratan de convertir sus creencias en obligatorias.
Sorprende por ello que, a propósito de la contrarreforma del aborto, se esté
oyendo decir desde la derecha que en 2010 Zapatero rompió el consenso de 1985 y
que lo que se pretende es restablecerlo. Ese consenso nunca existió, entre
otras razones, porque los problemas de las mujeres nunca han formado parte de
consenso alguno.
Conocer la
historia servirá para aclarar las cosas. Solo quienes se avergüenzan de la que
protagonizaron tratan de reescribirla, pero es inútil: hay hemerotecas y
diarios de sesiones.
Hasta 1983,
cinco años después de aprobada la Constitución , abortar era delito en España. Los
anticonceptivos estuvieron prohibidos hasta 1978 y solo desde entonces
empezaron a crearse algunos centros de planificación familiar. Lo normal era
que las mujeres abortaran, con riesgo de cárcel para ellas y para los
profesionales que los practicaban. Ir a Londres no era tan fácil. Solo podía
hacerlo una minoría con recursos económicos. La mayoría abortaba, o lo
intentaba, por su cuenta, dando lugar a historias tan truculentas como ciertas.
Se hacían barbaridades que ponía a las mujeres en riesgo de muerte. Esa era la
realidad de España en los años setenta. Las que queríamos poner fin a esta
situación hacíamos campañas con eslóganes parecidos a los de ahora: “Nosotras parimos, nosotras decidimos”, “el cuerpo es mío”, “yo mando en mi cuerpo”...
En 1980 la
policía irrumpió en un centro de planificación en Sevilla, denominado Los
Naranjos, y la prensa conservadora describió así esta acción represiva: “Desarticulada una banda dedicada a realizar
prácticas abortivas”. La “banda”
era un grupo de profesionales sanitarios que ayudaban a la mujer en el
conocimiento y preservación de su sexualidad y salud reproductiva.
Solo cinco
meses después de su victoria electoral, el Gobierno del PSOE presentó un
proyecto de ley de reforma del Código Penal que procedía a despenalizar los
tres conocidos supuestos (indicación médica, eugenésica y ética) a los que se
dice querer regresar, aunque con claras restricciones de contenido y
procedimiento. Tal vez por esa cierta semejanza con la primera ley socialista
se aduce que se quiere volver a ella y se añade, con desfachatez, el deseo de
restaurar un consenso roto. Conviene, por esto, recordar que fueron los
populares los que impidieron la entrada en vigor de aquella ley durante dos
años, porque interpusieron el entonces vigente recurso previo de inconstitucionalidad,
que paralizaba la entrada en vigor de las leyes. El primer firmante era
Gallardón padre.
Aquel proyecto
de ley fue considerado timorato por algunos grupos de la sociedad española,
pero donde produjo una furibunda reacción fue en los sectores conservadores,
que promovieron contra él manifestaciones de toda índole. Un periódico de
derechas publicó una portada, el 6 de noviembre de 1983, haciéndose eco de una
de las manifestaciones convocadas y diciendo: “Madrid: un millón de personas a favor de la vida” y en la parte
superior de la misma aparecía una fotografía de unos niños con síndrome Down,
con una pancarta que rezaba: “Por favor,
no nos maten. También tenemos derecho a vivir”. Fraga Iribarne escribió: “Una vida sexual promiscua produce
normalmente desequilibrios nerviosos, posibilidad de contagios y graves
complicaciones sociales. Una gran parte de la inestabilidad nerviosa y mental
de nuestro tiempo tiene su origen en la promiscuidad sexual y en la
inestabilidad familiar… La cuestión no puede reducirse a un derecho de la mujer
sobre su propio cuerpo. Porque ese cuerpo es ante todo suyo, ciertamente, pero
es también un núcleo de responsabilidad social”. ¡Un núcleo de
responsabilidad social!
La ley, lejos
de encontrar consenso, tuvo también una durísima tramitación parlamentaria.
Solo destacaré que ninguna mujer, de las tan solo 22 diputadas que entonces
integraban la Cámara ,
intervino en el debate que, capitaneado por Fraga, fue “cosa de hombres”, como todo entonces.
Hay que hacer
un debate más profundo sobre la libertad y los derechos de la mujer. Hoy solo
quiero apuntar esa sensación de estar volviendo a un Estado confesional, de
recorrer un camino que nos conduce a un pasado tenebroso contra el que solo
cabe la rebelión activa y continua para impedirlo y, además, denunciar otra
falsificación histórica.
La
responsabilidad de los artículos de opinión recae en sus autores/as. La Agrupación Local “José Galán Merino” del PSOE de San
Jerónimo no comparte necesariamente las afirmaciones contenidas en los mismos,
limitándose ésta a ofrecer una plataforma para el debate de ideas entre la
militancia socialista.
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