Fragmento del capítulo del libro de Antonio García Santesmases (Madrid, 1954) REPENSAR LA IZQUIERDA : EVOLUCIÓN IDEOLÓGICA DEL SOCIALISMO EN LA ESPAÑA ACTUAL dedicado a Enrique Tierno Galván, catedrático de filosofía, uno de los dirigentes socialistas más solventes intelectualmente durante la Transición.
ENRIQUE TIERNO: UNA LUZ EN EL TÚNEL
El fallecimiento de Enrique Tierno Galván exige hacer una reflexión sobre la producción ideológica-política de uno de los más importantes representantes del socialismo español posterior a la guerra civil. La figura de Tierno no era simple ni unívoca, y por ello su legado ha suscitado y suscitará consideraciones diversas acerca del catedrático, del ensayista, del intelectual, del agnóstico, del político partidario de la monarquía parlamentaria como salida a la dictadura, o del alcalde antiotanista. El interrogante que quisiera desvelar en estas páginas remite al Tierno teórico del socialismo. ¿Qué papel jugaba en su concepción el marxismo? ¿Cuál era para Tierno la tarea de la izquierda en este final de siglo?
Elías Díaz ha distinguido tres etapas fundamentales en la obra de Tierno: neotacitismo, funcionalismo y socialismo democrático. Me voy a centrar en este artículo en la tercera de ellas. Una etapa que, personalmente, tengo asociada a uno de los primeros textos que leí de Tierno. Me refiero a su participación en las famosas conversaciones que Salvador Paniker publicó a finales de los años setenta. En aquella entrevista Tierno se define como un socialista-marxista, deseoso de romper con el academicismo y vincularse, a través de la praxis, a la lucha de los trabajadores. Estamos ante un Tierno agnóstico que afirma que “la muerte le suena a música celestial” y que recomienda a Paniker que si va a entrevistar a Zubiri le pregunte cómo es posible que un filósofo no tenga preocupaciones sociales.
En aquellas conversaciones, en las que también participan Aranguren, Ruiz-Jiménez y González Ruiz, sobresale un Tierno agnóstico, materialista, que no confunde sin embargo, materialismo con pragmatismo y que se indigna cuando Paniker le insinúa que quizá al obrero actual sólo le preocupe el bienestar material. Tierno contesta rotundamente: “Me niego a aceptar esa hipótesis; hay que desmitificar el bienestar. No existe ni existirá bienestar en tanto no exista una igualdad práctica ni una libertad práctica […] los países capitalistas tratan de mantener un sistema de clases amparándose en tópicos como ese de la igualdad de oportunidades. ¿Pero dónde existe esa igualdad de oportunidades? Hay que hablar claro […] hay que buscar la diferencia de clases, la realidad social como diferencia de clases, para encontrar un sentido a la propia vida y a las propias ideas. Un sentido moral también”. Estamos ante un Tierno enormemente optimista que llega a afirmar: “La vocación revolucionaria del país es mayor que nunca. España es el país de Europa donde hay más hambre y sed de ideales […] en España ha habido más asimilación revolucionaria en los últimos diez años que en los últimos siglos”.
Ese Tierno de 1969 contrasta vivamente, a primera vista, con el Tierno de septiembre de 1985, que declara en una de sus últimas entrevistas: “Está sucediendo en muchos españoles, y desde luego no excluyo a los socialistas, en una pérdida de ideales, un escepticismo y una irresponsabilidad […] para darse a un ocio de puro bienestar […] Nunca los españoles han estado tan vacíos de entusiasmo ideológico. Hoy somos un pueblo indiferente […] El pueblo no quiere saber nada de luchas políticas, ni de contenidos ideológicos en los programas: quiere administradores eficaces que le garanticen bienestar. No le interesa el para qué vivir sino el buen vivir. Las elecciones las ganan los buenos administradores, no los buenos ideólogos. Y estamos en el túnel. Espero que salgamos pronto. Pero las ideas hoy están en crisis. Nadie se hace ya preguntas finalistas”.
¿Qué ha ocurrido en estos quince años? El Tierno de los últimos tiempos percibe una disyuntiva que piensa que tendrá que plantearse algún día: “o se abandona el socialismo y nos convertimos en pragmáticos administradores, o volvemos a ser socialistas y defendemos los enunciados de la práctica política. O se resuelve ese dilema o el PSOE se queda vacío de contenido”.
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